No sé si será el síndrome de “el
mundo necesita saber lo que pienso” tan en auge en estos tiempos
2.0, o el clásico lugar común “los críticos son
escritores/actores/artistas/músicos/etc frustrados”: la cuestión
es que se me dió por escribir críticas de cine y literatura.
Bueno,
en realidad, llamarlas críticas es, además de pretencioso,
sustancialmente erróneo (siempre me pregunté porqué llaman
“crítica” al acto de opinar con supuesto conocimiento de causa;
es como si la mala leche estuviera ya intrínseca en el acto mismo). Lo mío es más bien un “tienes que leerte esto que te va a
encantar” o un “pero cómo que no viste esta peli?”, pero dicho
con un tono un poco más rebuscado, como dándose aires, se entiende.
Es por eso que decidí titular esta nueva sección del blog “El
crítico en pijama”, justamente porque será una cosa muy de
entrecasa, donde no habrá críticas en el sentido en que yo entiendo
la palabra, ya que sólo hablaré de cosas que me han gustado,
conmovido, movilizado, estimulado, dado hambre, etc.
En resumidas cuentas, desde hoy me
pongo el pijama y doy algo de rienda suelta al opinólogo que hay en mí,
pero poca, que si lo llego a soltar del todo no hay quien me aguante.
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